domingo, 8 de abril de 2012
Los teléfonos básicos resisten el avance tecnológico
De la mano de usuarios que no quieren estar todo el tiempo conectados a Internet, los modelos que sólo sirven para realizar llamadas y enviar mensajes de texto aún mantienen un público fiel, reacio a los cambios y las distacciones
"Zack Morris quiere que le devuelvas su teléfono celular," he oído más de una vez, en referencia al mítico celular, del tamaño de un ladrillo, que portaba el personaje de Salvados por la campana (un Motorola DynaTAC, el primer teléfono celular de venta comercial, lanzado en 1983). Para esta comedia estadounidense, transmitida entre 1989 y 1993, la adopción temprana de este teléfono por parte de Zack simbolizaba su prosperidad en Los Ángeles y su facilidad para salirse con la suya.
Si Zack continuara haciendo bromas telefónicas al director Belding, en estos días, seguramente tendría un modelo más actualizado que el mío. Es un teléfono pesado, con tapa, seleccionado por su robustez de corte militar, tal como lo indica su nombre: el Samsung Convoy . Me lo dieron gratis con mi contrato de dos años. El único momento en el que tiene acceso a Internet es cuando presiono accidentalmente un botón que lanza un navegador primitivo (el cual abandono como un edificio en llamas por temor a las tarifas de Verizon).
A pesar de que mi teléfono suscita miradas en las partes más elegantes de Nueva York, soy tan solo un miembro de un contingente pequeño pero resistente (un convoy, si se quiere) de los que aún se resisten a los teléfonos inteligentes o smartphones, personas que se parecen al propietario ideal de un iPhone (menor de 40 años, profesional urbano), pero que lo rechazan y también a sus primos repletos de aplicaciones, a cambio de un teléfono básico o dumbphone (teléfono tonto, en la jrga), de baja tecnología.
Según un informe llevado a cabo por el Centro de Investigaciones Pew, el cual fue publicado el año último, el 35 por ciento de los estadounidenses tenía un teléfono inteligente en mayo de 2011 . Como era de esperar, este porcentaje es más elevado entre los jóvenes, los ricos y los habitantes de las ciudades. El 58 por ciento de la franja comprendida por jóvenes de entre 25 y 34 años (franja a la que yo pertenezco) son propietarios de teléfonos inteligentes. Y, en ciertos estratos sociales, aquel que no posee uno queda excluido.
Tal como expresó Kristin DiPasquo, una maestra de segundo grado, de 33 años, que vive en Filadelfia, a la que no le agrada la distracción y el costo de los teléfonos inteligentes: "Me encontré con cuatro personas, ninguna de las cuales tenía un teléfono inteligente. ¡Todos reaccionamos sorprendidos!'"
Entiendo las ventajas de los teléfonos inteligentes: he recibido mensajes importantes demasiado tarde, me he perdido en las zonas más remotas de Brooklyn y espontáneamente he deseado buscar en cuántos episodios aparece el DynaTAC de Zack. También temo por mi propia susceptibilidad a la adicción de revisar el correo electrónico, como el personaje de Ryan en un episodio reciente de The Office , quien entró en pánico cuando le quitaron su teléfono durante un juego de preguntas y respuestas en un bar.
Nicholas Carr, el autor de "The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains" ( "Superficiales: lo que Internet está haciendo a nuestros cerebros" ), argumenta en el libro que, debido a la neuroplasticidad del cerebro, la navegación en Internet reprograma a las personas para ser más expertas en muchas tareas superficiales a la vez, pero disminuye la capacidad de mantener la concentración y pensar de manera interpretativa.
Los teléfonos inteligentes son especialmente perniciosos, ya que "aumentan la facilidad de acceso a Internet más allá que cualquier otra cosa que hayamos tenido con las computadoras portátiles", dijo Carr en una entrevista realizada a través de su teléfono fijo (él también es propietario de un teléfono tonto, al igual que los miembros de su familia). "Vemos un tipo similar de conducta compulsiva" a la navegación en Internet con la computadora, "pero puede seguir en forma continua desde el momento en que te despiertas hasta el momento en que te vas a dormir".
Este estado permanente de conexión, dijo Carr, significa que "dejamos de tener la oportunidad de estar a solas con nuestros pensamientos, algo que solía suceder naturalmente".
"Cada vez que tenemos un segundo libre", señaló, "nos sentimos obligados a ver lo que está sucediendo fuera de nosotros".
"Vemos en los smartphones un tipo similar de conducta compulsiva" a la navegación en Internet con la computadora, "pero puede seguir en forma continua desde el momento en que te despiertas hasta el momento en que te vas a dormir", dijo Nicholas Carr, autor de Superficiales: lo que Internet está haciendo a nuestros cerebros
Él ha encontrado un acólito en el escritor Jonathan Safran Foer, quien se deshizo de su teléfono inteligente después de leer "The Shallows" y "darme cuenta de que estaba revisando mi teléfono mientras bañaba a mis hijos", escribió en un correo electrónico desde su computadora. "Puede ser bueno estar en contacto, pero los teléfonos inteligentes necesariamente redefinen el concepto de 'estar en contacto' para significar algo que casi no tiene valor. (¿Qué estaba revisando? Correo electrónico sin importancia de personas que apenas conozco.)"
¿Ha notado Foer un cambio en su atención al escribir? "Sin lugar a dudas, y de manera dramática", escribió.
¿Y les permitiría a esos niños a quienes baña, si tuvieran la edad suficiente, tener un teléfono inteligente? Un rotundo no.
No es de extrañar que los escritores, históricamente tecnofóbicos y que requieren cierto espacio mental para la composición o una mayor conciencia proximal para recoger material, rechacen los teléfonos inteligentes. Pero, ¿qué sucede con otras profesiones?
FOTOGRAFÍA 3: Nicholas Carr, en Boulder, Colorado, tiene un teléfono de baja tecnología.
Mi amigo Andrew Epstein, de 32 años, oncólogo y becario de medicina paliativa del Hospital Monte Sinaí, en Manhattan, se ha resistido a los teléfonos inteligentes a pesar de su ubicuidad entre los médicos. Hay computadoras en cantidades adecuadas en los hospitales, dijo, y los médicos pueden enviarse mensajes de texto.
Por otra parte, en un área en la que a menudo hay reuniones con los pacientes y sus familias acerca de una enfermedad grave o problemas de vida o muerte, Epstein ha observado cómo los teléfonos inteligentes pueden poner en peligro la calidad de atención profesional. "En ocasiones, he visto a médicos más jóvenes revisando subrepticiamente sus teléfonos inteligentes, espero que por motivos de trabajo, durante esas reuniones", dijo.
En cuanto a su vida personal, expresó que no necesita "una aplicación que me diga dónde estoy en la ciudad o qué restaurantes están cerca". El valor relacionado con el entretenimiento también tiene poco atractivo. "Un juego como Fruit Ninja, donde haces señas con tu dedo para picar alimentos a medida que vuelan a través de la pantalla. yo no necesito hacer eso, o lanzar pájaros hacia diversos objetivos", señaló, refiriéndose al juego de la aplicación telefónica más vendida, Angry Birds.
Epstein admitió que probablemente tendrá que cambiar a un teléfono inteligente cuando termine su formación médica y reciba más mensajes de correo electrónico relacionados con el trabajo, y que algunas veces depende de la bondad de sus seres queridos. "Mi esposa y yo estábamos de vacaciones, y ella tenía su iPhone, su iPad, su BlackBerry y una laptop (a todos los necesita para el trabajo). Le dije: Tienes muchos dispositivos diferentes con los que puedes acceder a Internet. ¿Me prestas uno de ellos? ", dijo el especialista.
También existe una serie de artilugios que apuntan al desafío tecnocrático y la frescura retro de abrir un teléfono espartano.
Urban Outfitters, un proveedor contracultural, vende el estuche para teléfonos de los años '80 (20 dólares), un macizo estuche de plástico de 19 por 6 centímetros aproximadamente, el cual protege a los frágiles iPhones. La armadura tiene un gran parecido con el DynaTAC. El teléfono Aesir Copenhague , de Yves Behar, por su parte, favorece la artesanía clásica por encima de los adornos modernos. El teléfono enchapado en oro de 18 quilates, con una lente de cristal de zafiro y tapa de cerámica, se vende a unos 55.430 dólares; para los cazadores de gangas, la versión en acero inoxidable se puede conseguir por 9.570 dólares. En el centro del espectro, los diseñadores Hein Mevissen y Diederiekje Bok, de John Doe Amsterdam, han creado el muy básico John's Phone. El dispositivo, de 100 dólares, que posee una libreta de direcciones integrada al dorso y una lapicera oculta para almacenar números de teléfono, sólo tiene dos funciones: llamar y colgar.
Un buen candidato para estos teléfonos despojados de funciones podría ser Jim Harig, de 24 años, analista de evaluación senior en Ernst & Young, en Chicago. Él compró su teléfono Casio con tapa, resistente al agua, hace cuatro años. Harig dijo que se preocupaba por la distracción y veía a la mayoría de las aplicaciones como una pérdida de tiempo, en lugar de considerarlas herramientas para aumentar la productividad. "Yo no quiero acabar como víctima del teléfono inteligente, en el que me sumerjo y me pierdo durante horas", dijo.
Al igual que Epstein, tiene un desdén particular por Angry Birds, al que jugó una vez en el teléfono de su novia. "Sentí como si hubiera perdido media hora de mi vida", expresó Harig. "Le dije: Nunca más, simplemente aléjalo de mí ". Y él también aprecia el hecho de mantener las esferas de la oficina y el hogar separadas. "Es bueno desconectarse una vez que apago mi computadora al final de la semana", afirmó. Pero él también cree que finalmente tendrá que sucumbir ante un teléfono inteligente para el trabajo.
"Creo que puedo esperar por lo menos otro año más", contó Harig. Hasta entonces, cuando sus compañeros se burlen de su dispositivo antiguo, dijo, "puedo decirles que por lo menos es resistente al agua".
Fuente : Lanacion
--
De mãos dadas com os usuários que não querem ser tudo on-line o tempo, os modelos que sirvam exclusivamente para fazer chamadas e enviar mensagens de texto ainda tem um fiel, disposto a mudar e distacciones
"Zack Morris quer ele de volta seu telefone celular," Eu ouvi mais de uma vez, referindo-se a mítica célula, do tamanho de um tijolo tendo o caráter de Saved by the Bell (a Motorola DynaTAC, primeiro celular venda comercial, lançado em 1983). Para esta comédia americana, transmitida entre 1989 e 1993, a adoção antecipada do telefone por Zack prosperidade simbolizada em Los Angeles e sua capacidade de fugir com ela.
Se Zack continuar a fazer trotes ao Belding principal, nestes dias, certamente tem um mais atualizado que o meu. É um telefone pesado, com tampa, selecionado para a sua corte robusto militar, como o nome indica: o Convoy Samsung. Eu tenho o livre com o meu contrato de dois anos. A única vez que você tem acesso à Internet é quando eu apertar um botão acidentalmente lançando um navegador primitivo (que abandonou um prédio em chamas, por medo das taxas de Verizon).
Embora meu telefone levanta os olhos na mais elegante de Nova York, eu sou apenas um membro de um contingente pequeno, mas forte (um comboio, se preferir) dos que ainda se recusam a smartphones, as pessoas que lembram o ideal de um proprietário de iPhone (menos de 40 anos, urbana profissional), mas rejeitam seus primos e cheias de aplicações, em troca de um telefone básico ou dumbphone (telefone estúpido em jrga) de low-tech.
Segundo um relatório conduzido pelo Pew Research Center, que foi publicado no ano passado, 35 por cento dos americanos possuía um smartphone em maio de 2011. Como esperado, este percentual é maior entre os jovens, os moradores ricos e urbana. 58 por cento da banda formada por jovens entre 25 e 34 anos (intervalo ao qual eu pertenço) smartphones próprios. E, em certas camadas sociais que não têm uma própria é excluído.
Como disse Kristin DiPasquo, uma professora do segundo ano, 33 anos, que vive na Filadélfia, que não gosta da distração e do custo de telefones inteligentes: "Conheci quatro pessoas, nenhuma das quais tinha uma smartphone. todos reagem surpresos! "
Eu entendo os benefícios de telefones inteligentes: as mensagens importantes que tenho recebido muito tarde, eu perdi nas partes mais remotas do Brooklyn e naturalmente eu queria pesquisar vários episódios de Zack aparece DynaTAC. Eu também temo pela minha própria susceptibilidade ao vício de checar e-mail, como o personagem de Ryan em um recente episódio de The Office, que entrou em pânico quando tomou o seu telefone durante um jogo de perguntas e respostas em um bar.
Nicholas Carr, autor de "The Shallows: O que a Internet está fazendo com nosso cérebro" ("Surface: o que a Internet está fazendo com nossos cérebros"), o livro argumenta que, devido a neuroplasticidade do cérebro, a navegação pessoas reprograma Internet a ser mais hábeis em muitas tarefas na superfície uma vez, mas diminui a capacidade de manter a concentração eo pensamento interpretativo.
Telefones inteligentes são especialmente perniciosos porque "aumenta a facilidade de acesso à Internet além de qualquer coisa que tivemos com laptops", disse Carr em uma entrevista através de seu telefone fixo (ele também possui telefone estúpido, como os membros de sua família). "Nós vemos um tipo semelhante de comportamento compulsivo" em navegação na Internet no computador ", mas pode ser seguido de forma contínua a partir do momento que você acorda até a hora de ir dormir."
Esse estado permanente de ligação, disse Carr, é que "temos a oportunidade de ficar a sós com nossos pensamentos, algo que costumava acontecer naturalmente."
"Sempre que temos um segundo livre", disse ele, "nos sentimos compelidos a ver o que está acontecendo fora de nós."
"Nós vemos smartphones um tipo semelhante de comportamento compulsivo" em navegação na Internet no computador ", mas pode ser seguido de forma contínua a partir do momento que você acorda até a hora de ir dormir", disse Nicholas Carr, autor de Superfície: o que a Internet está fazendo com nossos cérebros
Ele encontrou um acólito do escritor Jonathan Safran Foer, que se livrou de seu smartphone depois de ler "The Shallows" e "Eu percebi que estava verificando o meu telefone enquanto banhando meus filhos", ele escreveu em um e-mail a partir do seu computador. "Pode ser bom estar em contato, mas smartphones necessariamente redefinir 'em contato' para significar algo que não tem quase nenhum valor. (O que estava acontecendo através de e-mail? Pessoas sem importância que eu mal conheço.)"
Foer Você já notou uma mudança em sua atenção à escrita? "Sem dúvida, e dramaticamente", escreveu ele.
O que permitiria que as crianças que se banham, se eles tinham idade suficiente, ter um smartphone? Um rotundo não.
Não é de admirar que os escritores historicamente tecnofóbico e requerem algum espaço mental para a composição ou a consciência proximal para coletar o material, rejeitando smartphones. Mas o que acontece com outras profissões?
Foto 3: Nicholas Carr, em Boulder, Colorado, tem um telefone low-tech.
Meu amigo Andrew Epstein, 32, um oncologista e paliativos companheiro medicina Mount Sinai Hospital, em Manhattan, tem resistido smartphones apesar de sua onipresença entre os médicos. Há computadores em quantidade adequada em hospitais, disse ele, e os médicos podem enviar mensagens de texto.
Além disso, em uma área onde muitas vezes há reuniões com pacientes e suas famílias sobre alguns problemas graves ou com risco de vida, Epstein observou como telefones inteligentes pode comprometer a qualidade do cuidado profissional. "Às vezes eu vi os médicos mais jovens sub-repticiamente verificando seu smartphone, espero que para o trabalho, durante essas reuniões", disse ele.
Quanto à sua vida pessoal, disse que não precisa de "um aplicativo para me dizer onde eu estou na cidade ou que restaurantes nas proximidades." O valor associado ao entretenimento também é atraente. "Um jogo como Fruit Ninja, onde você assina com seus lanches dedo enquanto voam através da tela. Eu não preciso fazer isso, ou jogar as aves em vários alvos", disse ele, referindo-se ao jogo de aplicação de telefone mais vendidos, Angry Birds.
Epstein admitiu que provavelmente terá de mudar para um smartphone quando sua formação médica e receber mais e-mails relacionados ao trabalho, e às vezes depende da bondade de seus entes queridos. . "Minha esposa e eu estávamos em férias, e ela teve seu iPhone, o iPhone, BlackBerry e um laptop (toda a necessidade de trabalhar) Eu disse: Você tem muitos dispositivos diferentes com os quais você pode acessar a Internet eu. emprestar um? ", disse o especialista.
Há também uma série de dispositivos que visam desafiar tecnocrática e frescura de abrir um espartano telefone retro.
Urban Outfitters, um contador provedor, vende o kit para números de telefone do 80 (20 dólares), uma caixa de plástico sólido de 19 por 6 polegadas ou mais, que protege os iPhones frágeis. A armadura tem uma forte semelhança com o DynaTAC. O telefone Aesir Copenhagen, Yves Behar, por sua vez, favorece a arte clássica acima dos ornamentos modernos. O telefone banhado a ouro 18 quilates com uma lente de cristal de safira e tampa de cerâmica, vendido por cerca de 55.430 dólares, para os caçadores de pechinchas, a versão de aço inoxidável pode ser adquirido por 9.570 dólares. No meio do espectro, os designers Hein Mevissen e Diederiekje Bok, John Doe Amsterdam, criaram o telefone John muito básica. O dispositivo, US $ 100, que tem um livro de endereços integrada e uma caneta sobre os números de telefone de volta ocultos da loja, apenas duas funções: ligar e desligar.
Um bom candidato para esses telefones podem ser despojado de recursos Jim Harig, 24, analista sênior de avaliação da Ernst & Young em Chicago. Ele comprou seu telefone Casio com tampa, resistente à água, há quatro anos. Harig disse que estava preocupado com a distração e viu a maioria das aplicações como um desperdício de tempo, e não como ferramentas para aumentar a produtividade. "Eu não quero acabar como vítimas do smartphone, que eu afundar e se perder por horas", disse ele.
Como Epstein, tem desprezo particular para Angry Birds, que jogou uma vez no telefone com sua namorada. "Eu senti que perdi meia hora da minha vida", disse Harig. "Eu nunca disse de novo, só ele longe de mim." Ele também aprecia o fato de manter as áreas de escritório e casa separada. "É bom uma vez que eu desligar meu computador no final da semana", disse. Mas ele também acredita que acabarão por ter de sucumbir a um smartphone para o trabalho.
"Eu acho que posso esperar pelo menos mais um ano", disse ele Harig. Até então, quando seus colegas fazem o divertimento de seu aparelho antigo, ele disse: "Eu posso te dizer que pelo menos resistente à água."
--
Hand in hand with users who do not want to be all the time online, the models fit only for making calls and sending text messages still have a loyal, unwilling to change and distacciones
"Zack Morris wants him back his cell phone," I heard more than once, referring to the mythical cell, the size of a brick bearing the character of Saved by the Bell (a Motorola DynaTAC, first cell phone commercial sale, released in 1983). For this American comedy, broadcast between 1989 and 1993, early adoption of this phone by Zack symbolized prosperity in Los Angeles and his ability to get away with it.
If Zack continue to make prank calls to the principal Belding, these days, certainly have a more updated than mine. It is a heavy phone, with cover, selected for its robust military court, as the name implies: the Samsung Convoy. I got it free with my two-year contract. The only time you have access to the Internet is when I press a button accidentally throwing a primitive browser (which abandoned a burning building for fear of rates Verizon).
Although my phone raises eyes in the most elegant of New York, I am just a member of a small but strong contingent (a convoy, if you will) of those who still refuse to smartphones, people that resemble the ideal of an iPhone owner (less than 40 years, urban professional), but reject his cousins and full of applications, in exchange for a basic phone or dumbphone (stupid phone in jrga) of low-tech.
According to a report conducted by the Pew Research Center, which was published last year, 35 percent of Americans owned a smartphone in May 2011. As expected, this percentage is higher among the young, the rich and urban dwellers. 58 percent of the band comprised of young people between 25 and 34 years (range to which I belong) own smartphones. And in certain social strata who do not own one is excluded.
As Kristin said DiPasquo, a second grade teacher, 33, who lives in Philadelphia, which does not like the distraction and cost of smart phones: "I met four people, none of which had a smartphone. all react surprised! '"
I understand the benefits of smart phones: important messages I have received too late, I've lost in the remotest parts of Brooklyn and naturally I wanted to search many episodes of Zack appears DynaTAC. I also fear for my own susceptibility to addiction to checking email, like the character of Ryan in a recent episode of The Office, who panicked when they took his phone during a game of questions and answers in a bar.
Nicholas Carr, author of "The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains" ("Surface: what the Internet is doing to our brains"), the book argues that because the brain's neuroplasticity, navigation Internet reprograms people to be more adept at many tasks at once surface, but decreases the ability to maintain concentration and interpretative thinking.
Smart phones are especially pernicious because it "increases the ease of Internet access beyond anything we've had with laptops," said Carr in an interview via your landline (he also owns stupid phone, like the members of his family). "We see a similar type of compulsive behavior" in Internet browsing on the computer, "but can be followed continuously from the moment you wake up to the time you go to sleep."
This permanent state of connection, Carr said, is that "we have the opportunity to be alone with our thoughts, something that used to happen naturally."
"Whenever we have a second free", he said, "we feel compelled to see what is happening outside us."
"We see smartphones a similar type of compulsive behavior" in Internet browsing on the computer, "but can be followed continuously from the moment you wake up to the time you go to sleep," said Nicholas Carr, author of Surface: what the Internet is doing to our brains
He has found an acolyte in the writer Jonathan Safran Foer, who got rid of your smartphone after reading "The Shallows" and "I realized I was checking my phone while bathing my children," he wrote in an e-mail from your computer. "It might be nice to be in touch, but smartphones necessarily redefine 'in touch' to mean something that has almost no value. (What was going through? Email unimportant people I barely know.)"
Foer Have you noticed a change in his attention to writing? "Undoubtedly, and dramatically," he wrote.
What would allow those children who bathe, if they were old enough, have a smartphone? A resounding no.
No wonder that writers historically technophobic and require some mental space to the composition or proximal awareness to collect material, rejecting smartphones. But what about other professions?
PHOTO 3: Nicholas Carr, in Boulder, Colorado, has a low-tech phone.
My friend Andrew Epstein, 32, an oncologist and palliative medicine fellow at Mount Sinai Hospital in Manhattan, has resisted smartphones despite its ubiquity among physicians. There are computers in adequate amounts in hospitals, he said, and doctors can send text messages.
Moreover, in an area where there are often meetings with patients and their families about a serious or life-threatening problems, Epstein has observed how smart phones can compromise the quality of professional care. "Sometimes I've seen younger doctors surreptitiously checking their smartphone, I hope for work, during those meetings," he said.
As for his personal life, said he does not need "an application to tell me where I'm in town or what restaurants are nearby." The value associated with entertainment is also unattractive. "A game like Fruit Ninja, where you sign with your finger food snacks as they fly through the screen. I do not need to do that, or throw birds at various targets," he said, referring to the game of telephone application more sold, Angry Birds.
Epstein admitted that probably have to switch to a smartphone when his medical training and receive more emails related to work, and sometimes depends on the goodness of their loved ones. "My wife and I were on vacation, and she had her iPhone, your iPhone, your BlackBerry and a laptop (all need to work). I said: You have many different devices with which you can access the Internet. Do I borrow one? "said the specialist.
There is also a series of gadgets that aim to challenge technocratic and freshness of opening a phone retro spartan.
Urban Outfitters, a provider counter, sells the kit for phone numbers of the 80 (20 dollars), a solid plastic box of 19 by 6 inches or so, which protects the fragile iPhones. The armor has a strong resemblance to the DynaTAC. The phone Aesir Copenhagen, Yves Behar, meanwhile, favors the classic craft above the modern ornaments. The phone-plated 18-karat gold with a sapphire crystal lens and ceramic cap, sells for about $ 55,430, for bargain hunters, the stainless steel version can be had for $ 9,570. In the middle of the spectrum, designers Hein Mevissen and Diederiekje Bok, John Doe Amsterdam, have created the very basic John's Phone. The device, $ 100, which has an integrated address book and a pen on the back hidden store phone numbers, only two functions: call and hang up.
A good candidate for these phones could be stripped of features Jim Harig, 24, senior evaluation analyst at Ernst & Young in Chicago. He bought his phone Casio with lid, water resistant, four years ago. Harig said he was concerned about the distraction and saw most of the applications as a waste of time, rather than as tools to increase productivity. "I do not want to end up as victims of the smartphone, which I sink and get lost for hours," he said.
Like Epstein, has particular scorn for Angry Birds, who once played on the phone with his girlfriend. "I felt like I lost half an hour of my life," said Harig. "I said never again, just him away from me." He also appreciates the fact of maintaining the areas of office and home separate. "It's good once I turn off my computer at the end of the week" he said. But he also believes will eventually have to succumb to a smartphone for work.
"I think I can wait at least another year," he said Harig. Until then, when his classmates make fun of your old device, he said, "I can tell you that at least water resistant."
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario